Cuando nosotros “cedemos” nuestras propias necesidades en pro de las de otra persona o situación estamos obteniendo lo que más queremos y valoramos que es preservar nuestros patrones de miedo a enfrentar la propia vida y de miedo al fracaso. Este ceder las propias necesidades es una máscara más de orgullo (miedo) que nos pone en un lugar de víctimas pero que en realidad nos está dando lo que más nos gusta: La posibilidad de huir de la vida. Al final estamos realmente dejando de lado nuestras propias necesidades? o estamos dejando de lado las necesidades de las personas con quienes nos relacionamos? O ambas?
Dejar de lado nuestras necesidades en favor de las necesidades de otro implica necesariamente una descarga de nuestra parte de nuestras responsabilidades y un peso para el otro. Hay egoísmo implícito que bien podría ser la otra cara de la moneda. Un tema emocional, físico o espiritual siempre trae consigo su opuesto, el péndulo en movimiento siempre toca los dos extremos.
Entonces cómo poder culpar al otro por “nuestra propia elección”? La paradoja se vuelve a presentar en aras de la Verdad.
No hay culpables, pero tal vez sí hay responsabilidades que asumir, si el juego Divino (lila) se está manifestando para enseñarnos, entonces nosotros podemos asumir las responsabilidades de jugar y ser capaces de observarnos desde los dos extremos de la pendulación del tema que está vibrando en nuestros sistemas.
Dejamos de lado nuestras necesidades, enfermamos o perdemos todo lo que creíamos valorar y esto nos permite escondernos de la vida, que finalmente es lo que realmente valoramos y apreciamos. Tenemos lo que nuestro ego (inconsciente) más desea, preservarse a sí mismo a través de la ilusión, del sufrimiento.
Quién es la víctima y el victimario? La misma persona al tiempo.
Alejandra Lobelo