“Quien se ha ido de su casa ya ha vuelto”

Borges

No hay como rechazar la realidad, ella se abre como una flor y despliega su bello misterio inamovible y atomizado al tiempo. No hay nada que sea sólido hasta el momento en que nuestros ojos se posan en ello. La danza de la vida mueve vientos que en su roce son siempre desconocidos. ¡Ay de aquel que pueda querer algo más que este instante, estará confinado a la tortura!

La pregunta siempre se devuelve a quién la hace, no hay otro que pueda resolverla. Sólo se puede abrir el pecho. El libro ya escrito nos muestra sus palabras mientras se van haciendo experiencia, entonces todo es nuevo y todo puede manifestarse. ¿Puede haber otra manera de existir?

No es posible sostener más la ilusión de que haya “alguien” allí “afuera” leyendo esto. Somos un sueño soñado por el que sueña que es el mismo sueño. La Verdad, es una gran paradoja y las palabras jamás alcanzarán a manifestar la majestuosidad de la completitud. Hay tanta belleza y amor en cada acto.

Y te das cuenta de que la niebla de la ilusión te atrapó, de que despertaste llorando todo este tiempo por una costumbre que no te pertenecía, que eran tus ojos quienes sin permiso detallaban y extrañaban lo que no existía.

Cuando de nuevo te ves mirando tus pequeñas sandalias azules con pies de niña y en el medio una lombriz cantando, te das cuenta de que en ese momento sucedió la primera pérdida y que mientras las hojas caían doradas, se estaban tatuando en tu corazoncito las lágrimas de la humanidad entera y no podías saberlo. Había una muñeca, un carrito, un pastel de tierra y eso lo ocupaba todo.

Allí estaba con paciencia el oráculo abriendo las mismas puertas que tu percepción, el I Ching del inconsciente con prólogo de Jung saboreando la verdad de que lo que no se ve, se encona. Pero apenas eras una niña, no había muletas porque ya parecía que caminabas con firmeza. Y esa pérdida que ese día tenía sandalias azules ha venido caminando hombro a hombro contigo y ahora usa tacones para las fiestas.

Qué importa entonces la pregunta o la respuesta si ya la niebla ha sido descubierta, qué más da que no existas tú o él o la lombriz. Sin embargo a estas alturas ya te has dado de baja, ya has tratado por todos los medios de destruirte creyendo que haciéndolo matas a la que llora desconsolada, y de nuevo, otra vez, la Verdad Es y te enteras de que no sólo mataste a la desconsolada, también mataste a la niña y a la que usa tacones para las fiestas. Las pérdidas son siempre una (en todas sus acepciones) misma.

Alejandra Lobelo